Aunque esta sea una crítica al movimiento contra Bolonia no es, por extensión, un manifiesto a favor del plan Bolonia, de hecho y para que conste: estoy en contra del plan Bolonia.
Lo que quiero reflejar y criticar radica en la naturaleza misma del movimiento contra los planes de Bolonia. Así pues retrata, a mi juicio, el germen "maldito" de un movimiento que encuentra su mayor oposición ya no en instituciones políticas o empresariales externas al grupo estudiantil sino en la conciencia de los mismos estudiantes y en la falta de credibilidad (por no hablar de las posibilidades de éxito) que ofrecen.
Según mi opinión, va mal la cosa si cuando la mayoría de los miles de estudiantes, que este pasado Jueves 13 de Noviembre (2.000, según la Policía Nacional, y 15.000 según los organizadores) se manifestaron en Madrid contra los planes de reforma universitaria (http://www.crue.org/apadsisuniv.htm) presentan el siguiente perfil:
el mismo que tras ingeniosas pancartas de protesta grita a favor de la universidad como punto de encuentro para las más diversas inquietudes intelectuales es el que, cuando está sentado en el aula, piensa en cualquier cosa menos en lo que está contando el profesor/ora. O el caso del tipo que, con megáfono en mano, defiende un espacio donde -bajo la bóveda de la catedral del saber- grandes hombres fraguarán las ideas que darán forma al futuro de la historia de nuestro pensamiento. Y luego resulta ser el que, cuando llega por las tardes a su casa, lo último que se le ocurre es coger un libro por iniciativa propia. -¡¡La universidad es para todos y no sólo para los ricos!! -grita uno- para, al cabo de unas pocas horas, gastarse treinta euros, o más, saliendo de fiesta.
Otra cosa que me pone de los nervios es el despropósito que a mi juicio supone recaudar dinero para un movimiento estudiantil (o del tipo que sea) organizando calimochadas y vendiendo alcohol a horas tan tempraneras como son nada más acabar las clases. Con este panorama me da la sensación de que no nos van a quitar nada que no hayamos perdido ya. Los estudiantes de hoy somos el abono perfecto para Bolonia y como siempre, por muchas manifestaciones que haya, acabaremos recogiendo nuestros propios frutos.
Así pues es normal que cualquiera con "dos dedos de frente" se muestre escéptico y prefiera mantenerse al margen de un movimiento de protesta con un "cuadro clínico" tan grave. Somos victimas no sólo de las reformas que propone Bolonia. Por un lado los ultra-comprometidos, que quieren que nos alistemos en sus filas a toda costa porque creen ser los portadores de la única solución a un problema que desde mi punto de vista se les escapa de las manos. Por otro lado, el discurso fundamentalista que nos dice que, sino colaboramos con ellos, no sólo estamos faltando a nuestro deber moral como estudiantes sino que, además, nos convertimos sistemáticamente en causa directa del fracaso de la movilización. Para mí es un discurso sin pies ni cabeza y que, lejos de quitarme el sueño, me aburre soberanamente.
Otra cosa ¿no se podría haber colocado un par de carteles grandes de 3x2 metros (o más) a la salida del metro anunciando la manifestación y así ahorrar miles de "octavillas" que acaban inevitablemente en el suelo o con más suerte en las papeleras? Es una forma de ahorrar dinero ecológica y a nivel de comunicación igualmente efectiva. Quizás sea por que no "mola" tanto y se desdibuja el clásico retrato de los activistas ultra-comprometidos pero no sería mala idea plantearlo en la siguiente asamblea de estudiantes.
http://blogs.publico.es/dominiopublico/416/golpe-de-estado-en-la-academia/ (artículo en contra de la privatización universitaria)